El jardín estaba hecho para que ella lo recorriese, de eso no había duda. Se reinventaba a cada paso y tal vez por ello los árboles parecían surgir de la nada, creciendo en cualquier dirección que permitiese a una niña de 9 años trepar por ellos. Para cualquier otra persona hubiera resultado de lo más aburrido visitar un lugar tan descuidado y caótico. Las antiguas separaciones geómetricas habían desaparecido por el aleatorio crecimiento de flores silvestres y malas hierbas, los rostros de las estatuas estaban ocultos y parecían mirar con sigilo desde su frondoso escondite. La naturaleza había vuelto a su terreno y a ella le gustaba.
Cloe había leído muchos libros en la biblioteca de su tía, libros azules de piel gruesa, libros con olor a desván y manchas de café, libros pequeños como secretos, libros llave..., a ella les gustaban especialmente esos, cosa fácil de entender, porque eran los que siempre te enseñan que el sitio más insospechado esconde una puerta, una puerta mágica. Cuando llovía y no podía refugiarse en sus juegos al aire libre , se arropaba frente a la chimenea e imaginaba a través de las palabras de los otros. Aquellos escritores eran niños con pluma, que sabían donde estaban los mejores lugares para jugar. Y ella era una expedicionaria, un capitán de barco, un hada diminuta en los jardines de Titania, una estrella guardada en un frasco de pimienta, una ninfa de las aguas... tantas y tantas posibilidades hacían que la niña creciese con los ojos tremendamente abiertos, tanto que si te fijabas detenidamente podías verlos repletos de lugares, como mapas en los que se diferenciaban las cosas más disparatadas: las montañas móviles, los desiertos inundados, los armarios roperos que comunicaban con el centro de la tierra, el olor de los mercados, el pan caliente y el chocolate recién hecho dentro de una madriguera de conejos.
Y ella sueña, es algo inevitable, propio, tan suyo que casi admite haber nacido de un libro. Y es por eso que tarda en hacer los deberes, porque los niños se pasan tanto tiempo jugando que se olvidan incluso de haber crecido. A cada página se descubre con nuevas ganas de aprender, de ser mejor capitana, de volar más alto, de no dejar que nadie le arrebate la capacidad de entrar por cada puerta que se esconde detrás de las enredaderas.